Psichiatria

Instinto maternal, o Trastorno Obsesivo-Compulsivo?

Instinto maternal, o T.O.C.?

Por KELLY KAUTZ   AUG. 2, 2017

Echo un vistazo al espejo retrovisor una y otra vez.

Está ahí.  Está ahí.  Está ahí.

¿Vi realmente al bebé? ¿Como puedo estar segura? ¿Cómo sé que este momento es real, y que no dejé la sillita del bebé en el asfalto caliente de la carretera?

No dejo de controlar incluso cuando dejo a mi hijo pequeño durante el día con su abuela. Necesito asegurarme de no haberlo dejado en el asiento trasero por error, donde se podría asar hasta la muerte en el auto.

Así que sigo mirando por el espejo retrovisor, una y otra vez.

No está allí.    No está allí.  No está allí.

Seguir controlando hace que mi corazón lata un poco más fuerte. Me siento como si me estuviera dirigiendo hacia una cuesta resbaladiza, hacia una condición que pensaba haber superado.

 

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) post-parto afecta alrededor del 2 por ciento de las mujeres con niños, aproximadamente el doble del trastorno obsesivo compulsivo de la población en general. Mi lucha contra el TOC comenzó cuando era una niña pequeña.

El diagnóstico me lo dieron después de haber pasado muchas tardes en el baño, desesperadamente convencida de que nunca podría limpiarlo. Mis padres me llevaron a un psiquiatra que me enseñó que mi TOC se originó a partir de errores de comunicación en mi cerebro. Estos errores atrapan mis pensamientos dentro de un ciclo agotador: el baño está sucio.    Límpialo.    El baño está sucio.    Limpia.

Nadie sabe exactamente la causa de estos errores de comunicación – los estudios sugieren que la química y la genética del cerebro desempeñan un papel importante – pero, aun así, los psiquiatras saben curarlos. Muchas personas que sufren del TOC no son tratadas, pero quien lo es, con fármacos y una terapia cognitivo conductual pueden ayudar alrededor del 70% de los casos . Mi psiquiatra me ha prescrito ambos. En la terapia aprendí a separarme de mis obsesiones, a ignorar mis compulsiones y a concentrar mi atención hacia otra parte.

Probé la terapia de la exposición al estimulo y me senté en la bañera con espuma de jabón tratando de no hiperventilar. Mi ansiedad se calmó lentamente. Comencé a pensar en el TOC como un problema que había superado.

Quince años después tuve un bebé.

Pasé las primeras semanas después del nacimiento de mi hijo lavándome las manos continuamente (¿qué padre no lo haría?) Desarrollé rituales elaborados para limpiar el fregadero (¿puede que hubiera gérmenes del pollo de la noche anterior?) Mi mente empezó a dar vueltas y sentía un acufeno de terror (¿qué padre no estaría nervioso?).

“Las cosas están bien”, me dijo mi esposo, “trata de relajarte”.

No puedo relajarme. Cada segundo pienso: ¿dónde está el bebé? ¿Qué está haciendo? ¿Respira? ¿Está bien?

“Está bien, esto es lo que todas las neo-mamás piensan.”

La investigación le da razón. Los estudios demuestran que los nuevos padres -especialmente las madres- no pueden quedarse más de un minuto o dos sin pensar en sus hijos.

En un estudio de Nichole Fairbrother, psicóloga clínica y profesora asistente del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de British Columbia, describe que todas las nuevas madres tenían pensamientos intrusivos de que podría sucederle algo dañoso a su recién nacido – un síntoma normalmente asociado al TOC.

“Creo que debe haber una componente evolutiva”, dijo la doctora.

“Podemos ver cómo estos pensamientos sean protectores: ¿y si caigo por las escaleras? ¿y si me acerco demasiado al balcón? Nos permiten actuar con mucha cautela”.

El Dr. James Leckman, profesor de psiquiatría infantil, psicología y pediatría de la Universidad de Yale que estudia el TOC postparto, dice de haber experimentado estos pensamientos en primera persona.

“Cuando esperábamos nuestro primer hijo, mi esposa y yo cambiamos mucho”, recordó, “hemos llegado a estar mucho más centrados en asegurarnos de que todo era perfecto y justo. Necesitaba limpiar debajo del refrigerador de nuestro apartamento. Necesitaba revisar constantemente la habitación.

Y añadió: “Frecuentemente digo a mis amigos y colegas cuando están esperando un bebé, que es posible que no estén preparados para la experiencia tan transformadora y el nivel de tanta preocupación que están asociados típicamente con la paternidad.”

Esta preocupación se puede asimilar a una enfermedad mental, incluso para los padres más sanos: una mezcla de locura de ansiedad casi constante, privación de sueño y estrés.

Entonces, ¿dónde está la línea entre el instinto parental normal – ese impulso natural para mantener a nuestros niños seguros – y un verdadero trastorno mental?

“Podemos pedir a la gente que nos compile entrevistas diagnósticas y así determinar si el síntoma causa un malestar significativo o un mal funcionamiento”, dijo el Dr. Fairbrother.

Pero, ¿qué recién nacido no altera la forma de funcionar de un padre? ¿Qué sentido le doy a mis compulsiones ahora que se manifiestan en forma de instintos maternales?

“Si usted busca tranquilidad y lo consigue, esto alimenta los síntomas”, dijo el Dr. Leckman. “Por otro lado tiene sentido asegurarse de que su bebé esté bien”.

El Dr. Leckman dice que los padres que están abrumados por las preocupaciones generalmente no hablan mucho con sus hijos como por otra parte harían otros padres. No responden a los pequeños signos de su bebé. Incluso pueden evitar el contacto con sus hijos con el fin de evitar las molestias de la ansiedad y los pensamientos intrusivos.

Parece contradictorio que estos padres preocupados puedan ser los peores padres, pero es cierto. Pienso a todas las veces que quitaba mis ojos de la carretera para revisar a mi bebé en el asiento trasero. Cada vez que he saludado a mi hijo con un silencio insensible era porque estaba perdido en la niebla de mi ansiedad. Mi obsesión por la seguridad no me está ayudando a mantenerlo seguro – se está convirtiendo en una peligrosa distracción.

Desde mi personal experiencia, parece ser que la maternidad es sólo un curso de formación continua sobre mi enfermedad mental. Lo que pensaba haber ganado está otra vez en una forma nueva. Si quiero ser un buen padre, tengo que encontrar un mejor equilibrio. Tengo que tener cuidado de los riesgos, pero también estar presente para mi hijo. Tengo que enfrentarme a mis miedos y reanudar la terapia de exposición al estimulo. Esta vez, sin embargo, no me expongo a un baño sucio. Me estoy exponiendo al mundo.

Ahora, cuando la gente me recuerda todas las cosas terribles que podrían haberle sucedido a mi hijo – accidentes, enfermedades, autos calientes – no respiro más mis emociones. Me siento aterrorizado, siento que mi adrenalina aumenta, trato de dar la bienvenida a esta nueva sensación de estar fuera de control.

Es aterrador, pero me ayuda a mantener mis ojos en el camino. Se está haciendo más fácil con el tiempo. Y cuando he llegado a mi destino y estoy recogiendo mis cosas para salir, me permito mirar rápidamente al espejo retrovisor para controlar el asiento trasero. Sólo una vez. Sólo para estar seguro.

Si tu hijo se ha convertido en una obsesión y te das cuenta de que la calidad de tu vida empeora, acude a un especialista. Póngase en contacto con un psicólogo y psicoterapeuta en Milán o un psiquiatra.

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Póngase en contacto con un especialista en lengua española:

Dra. Martina Larsen Payá

Teléfono: +39 349 169 6270

martinalarsenpaya@gmail.com

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Para el artículo original de Kelly Kautz haga clic aquí

 

 

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