Psichiatria

Porqué la respiración profunda nos puede tranquilizar

Porqué la respiración profunda nos puede tranquilizar

Por generaciones, las madres han animado a los niños a respirar profunda y lentamente para combatir la ansiedad. Una antigua tradición de meditación también utiliza la respiración controlada para inducir tranquilidad.

Hoy en día, los científicos de la Universidad de Stanford pueden por primera vez haber descubierto por qué tomar respiraciones profundas puede ser tan calmante. La investigación en un pequeño grupo de neuronas en el cerebro de los ratones subraya lo intrincados y penetrantes que son los vínculos en el interior de nuestro cuerpo entre la respiración y el pensamiento, y entre el comportamiento y los sentimientos.

La respiración es uno de los procesos más esenciales y elásticos del cuerpo. Nuestra respiración se produce constantemente y rítmicamente, al igual que el latido de nuestro corazón. Pero, aunque generalmente no podemos cambiar el ritmo de nuestro corazón con nuestra voluntad, podemos alterar la forma en que respiramos, en algunos casos conscientemente, como cuando contenemos la inspiración, o cuando suspiramos, jadeamos o bostezamos.

Sigue siendo un misterio como a nivel celular la mente y el cuerpo regulan la respiración. Hace más de 25 años, investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles descubrieron por primera vez un pequeño grupo de aproximadamente 3.000 neuronas interconectadas en los cerebros de animales y personas que parecían controlar la mayoría de los aspectos de la respiración. Los investigadores llamaron a estas neuronas el marcapasos respiratorio (breathing pacemaker).

Sin embargo, desde entonces poco se ha avanzado en la comprensión de cómo funcionan esas células.

Recientemente, un grupo de científicos de Stanford y de otras universidades, incluyendo algunos investigadores de la U.C.L.A., comenzaron a usar nuevas técnicas genéticas muy sofisticadas para estudiar neuronas individuales en los marcapasos respiratorios. Mediante el seguimiento microscópico de diferentes proteínas producidas por los genes en cada célula, los científicos pudieron agrupar las neuronas en diferentes “tipos”.

Con el tiempo se identificaron alrededor de 65 tipos diferentes de neuronas en el marcapasos, cada una presumiblemente con una función específica que regula algunos aspectos de la respiración.

 

Los científicos confirmaron esa idea en un importante estudio publicado el año pasado en Nature, en el que criaron ratones con un único tipo de célula marcapasos que podía ser desactivada. Los investigadores descubrieron que cuando inyectaban en los animales un virus que mataba solamente esas células, los ratones dejaban de exhalar. Los ratones, al igual que la gente, normalmente exhalan cada pocos minutos, incluso si no somos conscientes de hacerlo. Sin las instrucciones de estas células, la exhalación se detiene.

Ese impresionante estudio planteó nuevas preguntas sobre las capacidades de los marcapasos en las neuronas.

En un estudio más reciente, publicado en Science, los investigadores deshabilitaron cuidadosamente otro tipo de neurona relacionada con la respiración en ratones. Los animales al principio parecían inalterados, después exhalaban, bostezaban y respiraban como antes.

Cuando colocaron los ratones en jaulas desconocidas, lo que normalmente incita a los animales a explorar caóticamente con el olfato y con una respiración rápida, se sentaban serenamente.

“Estos (los marcapasos en las neuronas) fueron relajantes para los ratones”, dice el Dr. Mark Krasnow, un profesor de bioquímica en Stanford que supervisó la investigación.

Para entender mejor las razones, los investigadores observaron a continuación el tejido cerebral de los ratones para poder determinar el porqué y el cómo y como las neuronas discapacitadas podían conectarse a otras partes del cerebro.

Resultó que las neuronas en cuestión mostraban enlaces biológicos directos a una parte del cerebro que se sabe que está involucrada en la excitación.

Esta área envía señales a múltiples partes del cerebro que juntas nos despiertan, nos mantienen en alerta y a veces pueden producirnos ansiedad o frenesí.

En ratones adultos, esta zona del cerebro permanecía silenciada.

“Lo que pensábamos” era que las neuronas inhabilitadas normalmente pueden detectar la actividad en otras neuronas dentro de los marcapasos que regulan la respiración y el olfateo rápido, dice el Dr. Kevin Yackle, ahora profesor de la Universidad de California, San Francisco, también investigador en Stanford quien dirigió el estudio.

Las neuronas inhabilitadas entonces comunicarían al cerebro que algo potencialmente preocupante le estaba ocurriendo al ratón, ya que estaba olfateando, y el cerebro debería comenzar a aumentar el mecanismo de la preocupación y el pánico. Así que unos cuantos tentativos de olfatear podrían dar lugar a un estado de ansiedad que, en un circuito de retroalimentación rápida haría que el animal olfateara más y se volviera cada vez más ansioso.

Sin ese mecanismo el ratón permanecería tranquilo en un estado Zen.

La implicación de este trabajo, tanto del Dr. Krasnow como del Dr. Yackle, es que tomar respiraciones profundas calma porque no activa las neuronas que comunican con el centro de excitación del cerebro.

Sigue todavía sin saberse si la respiración profunda tiene su propio y separado conjunto de neuronas reguladoras y si esas neuronas se comunican con partes del cerebro involucradas en la relajación y descanso del cuerpo. Los científicos planean continuar estudiando la actividad de cada uno de los subtipos de neuronas dentro del marcapasos. Esta área de investigación se encuentra en sus inicios, dice el Dr. Yackle.

Hasta ahora esto es lo que se sabe de los ratones pero aún en las personas, aunque se sabe que tenemos marcapasos respiratorios quese asemejan mucho a los de los roedores.

Esta investigación, aunque preliminar, refuerza un antiguo dicho que según el Dr. Krasnow “Probablemente las madres tenían razón desde el principio cuando decían que nos parásemos y respirásemos profundamente cada vez que nos enfadábamos”.

Artículo traducido por Martina Larsen Payà, doctora en psicología clínica, original de GRETCHEN REYNOLDS  (pulse aquí para leerlo)

 

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