Psichiatria

Refrescar la Memoria de una Madre con Amor e Historias

Refrescar la Memoria de una Madre con Amor e Historias

Mi madre está perdiendo lentamente sus facultades mentales. Este hecho, así como todas las otras trágicas consecuencias que suceden con el paso del tiempo, ocupa una gran parte de mis charlas con mis cuatro hermanas – y con muchos de mis amigos que están viviendo situaciones similares con sus padres.

Recientemente el (medico) geriatra de mi madre me dijo que la demencia aumenta significativamente a partir de los 60 años (mi madre tiene 81), sobre todo entre las mujeres, pero nadie sabe realmente la causa. Ese día, estaba bromeando con una de mis hermanas y le dije que, como las mujeres tienen que soportar tantas injusticias a lo largo de sus vidas, puede que sea un alivio olvidarlo todo.

Soy yo que hablo como persona cínica. Pero esta historia no es cínica.

Tengo una familia numerosa, en el día de Acción de Gracias (Thanksgiving), eramos 35 sentados alrededor de varias mesas en el comedor de mi madre, y eso que no estábamos todos.

Mi madre una vez resaltaba entre la multitud, jugando el papel de la anfitriona perfecta, haciendo sentir a cada huésped como si su presencia fuera crucial. Hoy en día, cualquiera reunión con más de sus cinco hijas la pone nerviosa e se retira a su dormitorio. Durante la celebración de Acción de Gracias, ella me llamó aparte y me dijo con pánico: “Jenny, quienes son todas estas personas y qué están haciendo en mi casa? Me siento tan extraña estando aquí con todas estas personas que no conozco”.

Le aseguré que yo también sentía lo mismo. En verdad, me sentí aliviada de que ella se recordase de mi nombre y supiera que estaba en su propia casa. Vivo con el temor que un día ya no se acuerde más. Volvimos a la fiesta, y yo, como un ayudante de un político hice lo que ahora acostumbro a hacer: le recuerdo sutilmente con quién estaba hablando, dónde se encuentra, qué día es, el mes, el año, etc. Me perdono esos momentos de impaciencia que tuve con ella, confiando en que probablemente no los recordará.

Mi madre, por su parte, es una actriz brillante. Después de toda una vida fingiendo en multiples maneras, se podría pensar ser una forma de resilencia (adaptación), ella sigue siendo una experta, compensando su pérdida de memoria con habilidad y gracia. El hecho que, en la mesa de la celebración, mi padre de 85 años y su hermano de 92 años, con sus mentes aun muy claras, rodeados por sus mujeres y ex mujeres, hablaron mucho de la capacidad que han desarrollado las mujeres para adecuarse a los hombres, y en realidad al patriarcado.

Desde el siempre, mi madre fue un ama de casa tradicional. Se quedaba en casa, cosía las ropas de sus hijas y supervisaba todas las labores domésticas, aunque tenía un secreto: deseaba ser escritora. Como tantas mujeres de su generación, en lugar de perseguir su sueño, se casó con mi padre. A pesar de que entonces él trabajaba en una compañía naviera, sus ambiciones literarias eran primordiales, y él se convirtió en un escritor profesional.

Despues de que mis padres se separaron – en el 1969, yo tenía 7 años – mi madre comenzó a construir un negocio de retratos y fotografías de bodas. (Hace muy poco, me dijo que no obstante nunca hubiera querido divorciarse, finalmente estaba contenta porqué de lo contrario nunca se habría visto obligada a descubrir de qué era capaz).

Posteriormente a su divorcio, se convirtió en miembro activo en la Organización Nacional para la Mujer, fue cofundadora de un colectivo de escritores que analizaban el papel del género femenino y masculino de los niños en los medios de comunicación y fue co-editora de dos libros seminales y canales televisivos que tratan sobre los estereotipos sexuales en niños: “Dick and Jane as Victims” (Dick y Jane como victimas) y “Channeling Children” (Orientando a los niños).

Durante mi niñez, ella era el sostén de la familia, la mamá que trabajaba, su segundo marido un papá de “estar por casa” que trajo cinco de sus propios niños a la convivencia. En aquel momento, la situación doméstica era tan inusual que la revista People publicó un artículo sobre nuestra familia. Con mi padrastro, mi madre tenía una quinta hija, Joan, 11 años menor que yo.

Durante los años de nuestro crecimiento, nuestra madre irradiaba ambición, posibilidad y fuerza. Pero sobre todo, irradiaba amor por nosotros, y nos lanzaba al mundo para que brillasemos con luz propia. Y ahora, mis cuatro hermanas y yo estamos aterrorizadas con la llegada de ese día en el que nuestra madre no nos reconozca. Como la inevitable fatalidad de la llegada del asesino en una película de terror, sabemos que ese día llegará. Tres días después de la celebración de Acción de Gracias, le sucedió a mi hermana Joan.

Mi madre había ido con Joan a cenar con sus suegros a Brooklyn. Estaban sentados uno al lado del otro en la mesa, rodeados por otra gente, cuando mi madre se volvió hacia Joan y dijo: -Así que, ¿cómo nos conocimos?

Joan se quedó muy sorprendida y respondió: “Mamá, fuiste tu quien me dio luz”.

Bueno”- dijo con vacilación – “¿y por qué no te crié?”

Joan se excusó, y dijo: “Déjame darte un poco de agua”. Joan se esperaba que tal vez fuese el efecto del exceso de vino.

A menudo, entre hermanas nos consolamos con el pensamiento que nuestra madre reacciona mejor cuando las circunstancias son normales – sin alcohol, hidratación adecuada, sueño, entorno familiar – ella está mejor, y su memoria casi intacta. Durante las vacaciones de Acción de Gracias, Joan pensó que mamá estaba cansada de tener tanta familia junta al mismo tiempo y por muchos días. Joan se levantó de la mesa y entró en la cocina, llorando. Joan se retiró a su dormitorio porque no quería que mamá la viera llorando. Mamá la siguió.

Mamá la siguió y cuando estaban solas le dijo: “No llores, por favor. ¿Estás llorando porque crees que no te amo?”

No” dijo Joan,“sé que me quieres”.

“¿Estás llorando por mí?”, preguntó mamá.

Joan no dijo nada.

Mamá cogió la mano de Joan y la apretó con fuerza. “soy yo que estoy envejeciendo”. Dijo: “No es fácil, ni agradable. Pero si lo puedo conseguir yo, sé que lo puedes conseguir tu también. Por favor recuérdate que te quiero. Prepárate, porque esta es la que soy yo, ahora”.

Joan sollozó, con su mano estrechando la de nuestra madre.

No es que no te quiero” dijo mamá. “Te quiero muchísimo. Es sólo que te has escapado de mi mente. Estas cosas suceden. Y esto sucederá una y otra vez, pero te quiero, te quiero mucho“. Las lágrimas de Joan fluían como un rio. Se sentía mal por haber preocupado a nuestra madre, por haberla hecho sentir avergonzada de su mente fallida. “Sé que me amas, mamá”, dijo.

Cariño”, dijo nuestra madre, “no sé tu nombre en este momento, pero debes confiar en que siempre sabré exactamente quién eres. Así que haz esto por mí: Dime todo. Quiero saber cada detalle – donde naciste, donde fuiste a la escuela secundaria y a qué universidad, que haces para ganarte la vida, si estás casada. ¿Tiene hijos? Vuelve a la mesa y siéntate a mi lado y cuéntame todo”.

Desde que Joan me contó esta historia, su desolación es también la mía. Pero como no sucedió directamente a mi, como superviviente me pregunto: ¿Por qué a Joan? ¿Por qué no a mi?  Mis hermanas y yo nos sentimos tan cercanas que me transmiten siempre una gran fuerza. Este don de unidad lo atribuyo a mi madre. ¿Por qué a Joan? Hay explicaciones racionales, como el hecho de que Joan vive en Los Ángeles, o que -en términos de memoria- ella fue la última y por lo tanto la primera en irse. Pero ninguna de estas explicaciones me convence.

 

Mamá siempre tubo un amor especial por Joan – no mayor, simplemente diferente. Tal vez sea porque ella es la más joven, única en su combinación de padres, y como tal, en cierto modo, es hija única, aunque tiene nueve hermanos. Tal vez sea porque ella era, y es, un puente entre las dos familias. O porque de niña era muy seria y siempre un poco enfermiza. O porque el padre de Joan, su cuidador principal, murió mientras ella todavía estaba en la universidad.

Mamá ha sido profundamente protector de todos nosotros, pero un poco más de Joan. Que mamá haya conseguido apelar a su yo mágico y místico para que Joan en aquel momento tan difícil para ambas, haya podido hablar por encima y más allá, a pesar de su memoria, y que haya sido capaz de profundizar y encontrar su luz, lo atribuyo a su amor especial por Joan.

Esa noche en Brooklyn, Joan hizo lo que mamá le pidió, y contó la historia de su vida.

Nuestra madre podría haber olvidado a cualquiera de nosotros, y un día seguramente nos olvidará. Pero su meta-lucidez, a pesar de la terrible confusión, impulsada por un amor poderoso, nos ha dado la fuerza para seguir adelante. Ella ha afirmado en nosotros el poder extraordinario del amor de una madre, como si ese amor fuera una fuerza, como la gravedad, que gobierna quiénes somos y cómo nos comportamos como seres humanos durante nuestro orbitar en la tierra.

Artículo traducido por Martina Larsen Payá, a continuación encontrarás el artículo original de Jenny McPhee:

http://www.nytimes.com/2017/01/06/fashion/modern-love-dementia-mother-family-love.html?rref=collection%2Fsectioncollection%2Fhealth&action=click&contentCollection=health&region=stream&module=stream_unit&version=latest&contentPlacement=4&pgtype=sectionfront

 

 

 

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Contactar en lengua española:

   Psicologa Dra.  Martina Larsen Payá

Teléfono: +39 349 169 6270

martinalarsenpaya@gmail.com

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